El Año De Pandemia De Los Líderes Religiosos: Duelo, Consuelo, Resiliencia
May 4, 2021

Marzo 15, 2021
En un año azotado por la pandemia, los líderes religiosos y consejeros espirituales a través de los Estados Unidos ejercieron su ministerio con los enfermos, alimentaron a los hambrientos, consolaron a los afligidos. Algunos lo hicieron mientras ellos mismos se recuperaban de COVID-19 o lamentaban la pérdida de sus propios familiares y amigos.
A veces, se desesperaban. Tantas personas se enfermaron, tantas murieron, y estos líderes religiosos no podían abrazar a los enfermos ni a los dolientes, ni tomar sus manos.
Por motivos de seguridad, sus congregaciones se mantuvieron alejadas de los servicios presenciales por meses, pero la necesidad de servirles solo se intensificó.
En medio del dolor y la ansiedad, estos líderes de fe mostraron resiliencia y encontraron razones para tener esperanza, a medida que re-imaginaban su misión. Aquí hay algunas de sus reflexiones sobre un año difícil.
PÉRDIDAS
En las primeras semanas de la pandemia, el Rev. Joseph Dutan perdió a su padre por el coronavirus. Días antes, el mentor y amigo de Dutan, Jorge Ortiz-Garay, de 49 años, se había vuelto el primer sacerdote Católico Romano en morir de COVID-19 en los Estados Unidos.
Dutan sentía dolor, miedo, e incluso duda. Estaba de luto por su padre mientras consolaba a la comunidad de St. Brigid, una iglesia Católica en el área entre Brooklyn y Queens que tuvo una de las tasas de infección más altas en Nueva York. Su duelo lo volvió más capaz de ayudar a otros que sentían un dolor similar, dijo.
“Cuando vienen a una misa de fúnebre de un ser querido… siento que puedo verme reflejado en ellos, puedo llorar con ellos,” dijo Dutan. “Los consuelo y les digo: ‘Las cosas van a estar bien. No estamos solos; estamos juntos en esto.”
En el área del Valle de San Fernando en Los Ángeles, el Rabino Noah Farkas dijo que el daño de la pandemia ha sido particularmente severo entre los muchos adultos mayores en su congregación, Valley Beth Shalom.
Él estimó que entre 25 y 50 de sus aproximadamente 5,000 miembros perdieron sus vidas por el COVID-19 – e incluso más murieron, predominantemente congregantes mayores, “porque el COVID creó una situación de vida insostenible.”
Muchos estaban aislados en sus habitaciones en hogares de cuidados asistidos, dijo. “Hubo suicidios, adicción a las drogas, agotamiento – todas las cosas que pueden imaginarse cuando hay disminución de la salud mental.”
Farkas llevó a cabo 20 funerales solo en enero, cuando California fue golpeada por una ola de infecciones, siempre usando una mascarilla y a veces una careta. Le entristecía la inhabilidad de abrazar a los dolientes.
Entre las iglesias más afectadas está la Iglesia Luterana de San Pedro en Nueva York. Sus líderes dicen que más de 60 miembros de la congregación de alrededor de 800 han muerto por COVID-19. Casi todos eran parte de la comunidad, de unos 400, que atendía los servicios en español.
El Obispo Paul Egensteiner, quien supervisa la Iglesia de San Pedro y otras congregaciones de la Iglesia Evangélica Luterana en América en el área de la ciudad de Nueva York, dijo que la carga emocional de los pastores ha sido pesada.
“No podían ir a ningún lado, no podían tomar vacaciones,” dijo. “Ha sido una gran presión – tratar de determinar cómo vamos a mantener a las personas conectadas, cómo vamos a hacer el culto y las visitas al hospital.”
El Imam Ahmed Ali de la Comunidad & Tradición IQRA Masjid, una mezquita y centro comunitario en Brooklyn, entró en acción a finales de marzo después de que una funeraria llamó pidiendo su ayuda para recuperar los cuerpos de las personas que murieron por COVID-19 de los hospitales y darles sepultura. Ali tenía miedo del virus de rápida propagación, como los demás, pero sintió un llamado a servir a Dios y su deber religioso.
Empezó a trabajar como voluntario en turnos de hasta 20 horas transportando cuerpos, poniéndolos en congeladores en la funeraria, lavándolos y envolviéndolos en tela blanca y llevándolos a los cementerios para el entierro.
Típicamente él lleva a cabo la oración Janaza, o funeral, solo unas pocas veces al año. En el pico de la crisis en Nueva York, estaba realizando hasta 20 en un solo día, y en tres meses, supervisó o hizo parte de casi 300 entierros en total.
“Fue un tiempo muy desafiante, y fue una gran pérdida para todas las comunidades,” dijo Ali. “Oro por que no tengamos que ver este tipo de pandemia nuevamente.”
La Iglesia Metodista Unida Friendswood, en los suburbios de Houston, no ha tenido una pérdida de vidas tan grande.
Pero un miembro activo de la fuerte congregación de 900, que sí murió de COVID-19, era “un pilar de la iglesia” que servía en muchas de sus juntas y comités y ganaba amigos por su buen humor y generosidad, dijo Jim Bass, el pastor.
“Tenía 74 años pero ninguna condición de salud preexistente de la que supiéramos,” dijo Bass. “Cuando se enfermó, realmente afectó a la congregación.”
AJUSTES
Como miles de lugares de culto en toda la nación, Valley Beth Shalom cambió rápidamente a servicios virtuales.
Farkas y su equipo también lanzaron lo que llamaron una “guerra en contra del aislamiento,” incluyendo un sistema de amigos telefónicos para conectar a las personas aisladas, sedientas de contacto humano. Los voluntarios seleccionaban miembros de la congregación a quien llamaban por lo menos una vez a la semana, y surgieron amistades entre veinteañeros y octogenarios.
Sin servicios en persona, Farkas fomentó los eventos comunitarios respetando las pautas de salud. Para las festividades de Purim, la congregación organizó un carnaval desde los carros en el parqueadero, en el que participaron alrededor de 160 familias.
“Hemos aprendido un montón,” dijo Farkas, “pero si tuviera que elegir una cosa, es que no nos rendimos.”
La Iglesia Metodista Friendswood gastó más de $20,000 en equipo de video el año pasado para ofrecer servicios virtuales. Los servicios en persona ya han vuelto a comenzar, con un cuarto de la asistencia de antes de la pandemia. Bass dijo que hay suficiente espacio en el santuario de 1,100 sillas para mantener el distanciamiento social adecuado; anima a los devotos a cantar los himnos en voz baja, para ellos mismos, a través de sus mascarillas.
Para Esther Roman, una capellana en el hospital Mount Sinai Morningside en Nueva York, la pandemia ha implicado ejercer su ministerio con una tras otra familia en luto.
Ella recuerda sentarse a 6 pies de una mujer devastada, con lágrimas corriendo por su cara bajo la mascarilla, haciéndole una pregunta angustiada a Roman: ¿Por qué Dios permitió que su madre, siempre saludable y dinámica, muriera? La capellana no pudo consolar a la mujer como lo hubiera hecho antes de la pandemia: tomando y apretando su mano.
“Era uno de esos momentos en los que me molesta la inhabilidad de ofrecer apoyo en muchas de las maneras en las que solía poder hacerlo,” dijo Roman. “Tuve que intentar que mis palabras dieran los abrazos.”
Ella y otros han tenido que aprender a trasmitir amor y apoyo a través de las pantallas digitales, caretas y mascarillas.
“Todos afrontamos el reto,” dijo Roman. “Nos enlistaron en esta guerra.”
ASPECTOS POSITIVOS
Incluso cuando la pandemia disminuía en Nueva York en enero, la Iglesia de San Pedro sufrió un nuevo trauma: daños severos por inundación a causa de la ruptura de una tubería matriz municipal.
La parroquia del centro de Manhattan es conocida por su programa de Vísperas de Jazz, y los objetos gravemente dañados incluían instrumentos musicales atesorados y archivos de varios de los grandes del jazz. Los daños fueron una complicación adicional para los planes de volver a venerar en persona, para lo cual no se ha fijado una fecha.
Sin embargo, el presidente de la congregación, Christopher Vergara, dijo que la comunidad se ha acercado, con un aumento en la participación en los servicios virtuales.
“Creamos una red comunitaria para que las personas pudieran contactarse con otros para ver cómo estaban,” dijo Vergara. “Hemos creado muchos grupos virtuales pequeños – tejer, historia, las artes.”
“La inundación fue algo malo, pero nos hemos aferrado unos a otros,” añadió. “Hemos pasado de sobrevivir a prosperar.”
La Iglesia Metodista Friendswood también estuvo gravemente perjudicada por una inundación – en su caso, cuando múltiples tuberías se congelaron y luego explotaron en medio de la reciente tormenta severa en Texas.
Bass quedó maravillado cuando más de 50 congregantes respondieron a su llamado de emergencia pidiendo ayuda, apresurándose para llegar a la iglesia sin luz, con escobas y escurridores, trabajando para despejar el agua.
“Decimos que la iglesia no es el edificio, son las personas. Y es verdad,” dijo Bass. “Esto les ha recordado a las personas la importancia de la comunidad.”
Christopher Johnson, pastor asistente de la Iglesia Bautista Misionera Good Hope, dijo que su congregación en Houston ya sufría por la pérdida de interacción social, trabajos desvanecidos e inseguridad alimentaria, cuando recibió un nuevo golpe en mayo por la muerte de su amigo de infancia, George Floyd, a manos de un policía blanco en Minneapolis.
Johnson recordaba a Floyd como un miembro respetado de la comunidad, quien ayudó a organizar una fiesta en la iglesia, con pruebas de SIDA gratis, cuando Houston fue anfitriona del Super Bowl en 2017.
Johnson dijo que la muerte de Floyd, la cual provocó protestas nacionales y un despertar sobre la injusticia racial, tuvo un impacto especial, en parte porque ocurrió en medio de una pandemia que causaba daños desproporcionados a los Afroamericanos.
“Las personas tuvieron que tomar una pausa, y fue en esa pausa que nos dimos cuenta que el mundo había cambiado,” dijo Johnson.
Johnson dijo que su iglesia respondió a la pandemia trabajando con líderes locales para proveer equipos de protección personal y pruebas de COVID-19 para la comunidad. Usaron programas de radio para discutir disparidades de salud, vacunas y el reciente levantamiento del mandato de mascarillas.
La pandemia, dijo Johnson, “nos ha llamado a reconsiderar y reimaginar cuál es nuestra filosofía de ministerio en la era del COVID.”
La cobertura de religión de Associated Press recibe apoyo del Lilly Endowment a través de The Conversation U.S. AP es la única responsable por este contenido.
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La capellana Esther Roman, izquierda, y Beverly Smith, secretaria de unidad hospitalaria, discuten sobre un paciente en el hospital Mount Sinai Morningside en Nueva York el jueves 4 de marzo de 2021. Como muchos otros consejeros espirituales, Roman ha tenido que adaptar cómo apoyar a los pacientes, sus familias y los empleados del hospital durante la pandemia del coronavirus. (AP Photo/Emily Leshner)

Un kit de comunión es abierto durante un servicio en la Iglesia Metodista Unida Friendswood, el domingo 7 de marzo de 2021, en Friendswood, Texas. Los kits son empacados individualmente en bolsas ziplock debido al COVID-19. (AP Photo/David J. Phillip)

En esta foto de archivo del domingo 10 de mayo del 2020, el Rev. Fabian Fabian Arias ofrece una bendición sobre la cabeza de un familiar, después de liderar un servicio fúnebre en casa para Graciela Ruiz Martinez, quien murió de COVID-19, en el distrito de Queens de Nueva York. Por primera vez durante la pandemia, Arias llevó a cabo servicios funerarios en hogares privados – vestido con mascarilla quirúrgica y guantes para acompañar a las familias dolientes, comenzando ese fin de semana. (AP Photo/John Minchillo)

En esta foto de archivo del 10 de mayo del 2020, un altar improvisado es dispuesto para el padre de Reyna Martinez, quien murió de COVID-19, en la casa de Martinez en el distrito de Queens de Nueva York. Martinez perdió a ambos padres por la pandemia del coronavirus, la cual golpeó particularmente duro a la población hispana de Nueva York. (AP Photo/Emily Leshner)

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This article was translated by Laura Bohorquez. Read the English article here.